En primer lugar, nombrar una situación muy particular: la mía. Llevo alrededor de dos años sin coger una playstation absolutamente para nada, para nada digo. Dejé la costumbre de matar las tardes jugando a una videoconsola “que no llevaba a nada satisfactorio, más que a adicción”. Sí, hubo un tiempo en que pensé eso, y sigo pensando que lleva a la adicción en exceso. Pero ¿quién dice que haga daño jugar un par de horas un fin de semana? Yo, al menos, lo veo normal, y muy satisfactorio desde que he probado Guitar Hero III: Legends of Rocks para Play Station 2.
La experiencia ha sido única. Me he pasado el juego en nivel medio –hay cuatro: fácil, medio, difícil y experto. El medio ya es complicado, no es como en Guitar Hero 2, que uno puede tocar perfectamente en difícil– en tres días, exactamente tres días: el jueves fue mi cumpleaños y me encuentro escribiendo esto a las 20.44 de la tarde del sábado. Luego tres días han dado para eso, imagínense la experiencia, la sensación de haber llegado a ser, como dice el juego, “una leyenda del rock” en menos de una semana. Pues ha sido genial, sobre todo por el juego, no por el hecho de haberlo pasado tan rápido. El juego es el factor que me ha hecho recaer en los videojuegos, y se lo debo, la verdad.